Con propiedades saludables para el organismo, el agua no cura pero ayuda a que todo funcione mejor, y más si es baja en sales y carbonato clásico.
María de las Cuevas:: Lo aprendimos en el ‘cole’: el agua es un líquido incoloro, inodoro e insípido, pero no es del todo cierto. Existen diferentes tipos de agua: con más o menos cantidad de minerales y de calcio; bajas en sodio, que se recomiendan para los recién nacidos; o ricas en bicarbonato, óptimas para quienes tienen problemas al hacer la digestión. Hay un agua para cada cuerpo, y teniendo en cuenta que la recomendación es beber dos litros al día, es interesante conocer las opciones que existen y sus beneficios.
Dentro de los tipos de aguas envasadas, la mineral natural es bactereológicamente sana, destaca por su pureza original y tiene un efecto favorable para la salud, sin llegar a ser curativa. El agua de manantial es apta para el consumo, también de origen subterráneo. El agua potable es la que ha sido tratada para que cumpla los requisitos de consumo público, puede ser del grifo.
Cuanto más débil de sales minerales mejor. El etiquetado indica su cantidad: se considera muy débil si es igual o inferior a 50 miligramos por litro; baja, cuando es inferior o igual a 500; o media, cuando es igual o inferior a 1.500 y fuerte, cuando es superior a 1.500.
Por otro lado, hay que fijarse en su dureza, que determina la cantidad de carbonato cálcico que lleva y que depende de la tierra que haya absorbido. Buscamos aguas blandas, que son las más saludables para nuestro organismo.
La mayoría de las regiones de costa tienen el terreno más calcáreo, y por tanto aguas más duras. Lo podemos comprobar en la capa blanca que se queda en las resistencias de los electrodomésticos.
La más valorada es el agua muy blanda, inferior a 50 miligramos por litro; el agua blanda lleva entorno a 100 miligramos por litro; de baja dureza es de 150.
Se considera peor el agua dura aquella cuyo etiquetado marca la cantidad igual o inferior a 450 miligramos por litro; y muy dura, igual o inferior a 800.
En cuanto a tipos de aguas minerales, las que tenga un aporte en bicarbonatos superior a los 600 miligramos por litro, ayudan a hacer la digestión y mejoran la actividad de la vesícula y el hígado.
Las aguas sulfatadas, con más de 200 miligramos por litro de sulfatos, tienen un sabor ligeramente amargo, benefician la piel y el aparato digestivo.
Hay un tipo de agua de manantiales que tiene mayor aporte de cloruro (más de 200 mg/l). Se utilizan para tratamientos de hidroterapia por sus propiedades tranquilizantes y balsámicas.
En el caso de problemas de obesidad, anemia o reumatismo, es recomendable optar por aguas ferruginosas, con más de 1mg/l de hierro.
Con sabores
Cuando hace mucho calor apetece refrescarse con algo con sabor, pero los refrescos azucarados y con burbujas no son una alternativa sana. En cambio, las aguas de sabores preparadas en casa, sin colorantes, ni saborizantes ni azúcar son muy saludables.
Hay que elegir la fruta, cortarla en dados o en gajos, introducirla en agua y añadir un poco de miel o azúcar moreno. Tras seis horas en la nevera, el agua habrá adquirido el color, el aroma y el sabor y vitaminas y estará perfecta para consumirla.
Agua a la naranja, limón, fresas, melón, sandía, pera, son algunas deliciosas propuestas. También se puede aderezar con menta, canela o romero.
Características
Dentro de los tipos de agua envasada, la más beneficiosa para el organismo es la mineral natural. Lo mejor es beber agua blanda, aquella que lleva menos cantidad de carbonato cálcico, menos de 50 miligramos por litro. En cuanto a sales minerales, hay que optar por agua que contenga por debajo de 500 mg/l.
Curiosidades
Zonas costeras: Las regiones con mar tienen agua de peor calidad debido a la tierra por donde se filtra.
Agua débil: Es baja en sales minerales. La etiqueta marca por debajo de 500 miligramos por litro.
El agua mineral natural: Tiene efectos saludables, pero no curativos.
Aguas con sabor: Absorben las vitaminas de la fruta y su aroma.
Aguas ferruginosas: Ricas en hierro, se recomiendas en casos de obesidad, anemia o reumatismo.
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