Hienas Hienas
A lo largo de mi fabulosa biografía he vivido increíbles aventuras gastronómicas. Una vez me comí una mosca mientras iba en bicicleta cantando la... Hienas

A lo largo de mi fabulosa biografía he vivido increíbles aventuras gastronómicas. Una vez me comí una mosca mientras iba en bicicleta cantando la sintonía de ‘Verano Azul’. De pequeño, mi madre me daba criadillas para cenar y mi abuela, asadurilla para almorzar, y así crecí, silvestre como un ternero. En mi último viaje a Japón cené sobre el cuerpo desnudo de una mujer. Fue increíble. Se me escurrió un nigiri y anduve hurgando con los palillos en el ombligo de aquella señorita-hule, intentando rescatar los granos de arroz, hasta que un camarero oblicuo me llamó la atención porque la moza se convulsionaba con tanta cosquilla inquieta. De todo he vivido, de todo he comido, qué manera de beber. He leído las mil recetas de Simone Ortega y tengo todos los números de la revista ‘Tapas’ ordenados en la estantería. Pero nunca hasta ahora había asistido a una cena como la que presencié el jueves. Son una docena de recios hombres cántabros que cada equis semanas se reúnen en torno a varias marmitas de callos, mientras uno de ellos, subido a una silla, lee en voz alta el blog de un crítico gastronómico de la región. Zampan como hienas, y lloran de la risa con el blog, en una liturgia hipnótica de palabras y entrañas que me ha dejado trastornado. Porque había hasta un diputado.

David Remartinez Redactor

(Zaragoza, 1971). Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Pontificia de Salamanca. Ha trabajado en radio, televisión y prensa, y se incorporó a la plantilla de El Diario Montañés en 2011. Actualmente trabaja en la edición digital y escribe el blog Remartini Seco.

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