Albal Albal
Mi idioma favorito es el catalán. Me embelesa su sonoridad pomposa en los carrillos, su lengua suelta; su ritmo acelerado pero suave. Siempre que... Albal

Mi idioma favorito es el catalán. Me embelesa su sonoridad pomposa en los carrillos, su lengua suelta; su ritmo acelerado pero suave. Siempre que lo escucho me entran ganas de abrazar a sus parlantes, porque hasta los cagamentos suenan graciosos enunciados entre tanto aire, entre tantas eles ahuecadas y erres refrenadas. Qué diferencia gritar ‘¡Cullons!’, o lo mismo con jota, la consonante de la España testicular. El catalán es más evocador, quizá porque es un idioma nostálgico, propio de un pueblo que siempre se ha sentido extranjero. Eso le confiere otro atractivo: adivinar aquellas expresiones que en nada se asemejan al castellano. Yo leo las letras de Manel meses después de editarse sus discos. Así, su música me hace viajar sin aterrizar del todo. Por ejemplo: hasta que leí la traducción de ‘Ai, Dolors’ pensaba que el inicio –«Ai, Dolors, porta’m al ball»– significaba «Ay, Dolores, tráeme papel de plata». Y resulta que no. Pero prefiero imaginar primero, y luego ya descubrir la poesía verdadera que bucea entre los almohadones del idioma de mi querido Josep Pla. En general, cada vez aprecio más los simulacros: trabajar indiferente al resultado, saludar al ingrato, sonreír sin pronunciarme, o tocar tu carne sin preocuparme por la pirotecnia final. Vivir envuelto en un papel de plata, cual filete restante, frente a tanta gente empeñada en acentuarse como alguien singular.

David Remartinez Redactor

(Zaragoza, 1971). Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Pontificia de Salamanca. Ha trabajado en radio, televisión y prensa, y se incorporó a la plantilla de El Diario Montañés en 2011. Actualmente trabaja en la edición digital y escribe el blog Remartini Seco.

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