Los obradores, a máxima producción

Mejor los artesanos y recién hechos que los industriales y congelados.

Llevamos semanas atiborrándonos de turrones, mantecados, bombones y delicias varias típicas de estas fiestas, la mayoría de ellas con buenas dosis de azúcar. Y aunque ya se empieza a atisbar el final del periodo navideño, aún no están todos los kilos hechos. Todavía falta comer alguna de esas dulces tradiciones sin las que no se puede acabar la Pascua.

Todos los años, en los días que preceden y siguen a la festividad de Reyes, las pastelerías, panaderías y otros establecimientos llenan sus escaparates con infinidad de roscones de Reyes. Las largas colas que aguardan pacientemente los clientes para llevarse uno de estos bizcochos
circulares recubiertos de frutas confitadas, con una sorpresa en forma de haba o muñequito entre
la masa son habituales. El roscón está arraigado en nuestras costumbres y se ha convertido en una de las señas de identidad de las navidades.

Los obradores donde se elaboran asisten estos días jornadas interminables laborales ya que la producción es masiva. No obstante, a la hora de elegir dónde adquirir el roscón, hay que tener en cuenta algunas premisas, como el carácter artesano del mismo. La frescura está reñida con
las elaboraciones congeladas que ahora se hornean de forma industrial. El sabor y la textura son aspectos a valorar mucho. Generalmente merece la pena pagar un poquito más.