Diciembre de 2015: Hoy llego a casa, además de agotada físicamente por el fin de semana de trabajo intenso, totalmente desmotivada y enfadada con...

Diciembre de 2015: Hoy llego a casa, además de agotada físicamente por el fin de semana de trabajo intenso, totalmente desmotivada y enfadada con el mundo, con la hostelería, con mi profesión que tanto me gusta y que tan intensamente vivo, con las celebraciones navideñas, y con la madre que lo parió a todo.

Hoy una mesa de 28 personas con un menú contratado por valor de 800 euros no se ha presentado. Así, sin más.

Una señora con la que yo personalmente había hablado varias veces para quitar, poner, concretar, este menú sí, este plato no, ahora somos tantos, después somos cuantos…

Desde primera hora de la mañana llamamos para reconfirmar y concretar algunas cosas pendientes, y no ha contestado a las muchas llamadas de teléfono, y lo que es más grave; ni se ha presentado a comer con sus 27 comensales.

A las diez de la noche y como no cogía el teléfono en todo el día, se me ocurre mandarle un SMS y me contesta (también por SMS) muy ‘farruca’ encima, que ha intentado anular, pero que nuestro teléfono estaba ocupado, ¡y que no la molestara más, que le estaba dando el día con tanta llamada! Aquí yo ya estoy echando espumarajos por la boca como podéis imaginar.

Esta señora no sabe que, a parte del dinero y 28 clientes, hoy me ha hecho perder la ilusión de tratar con el público, y se ha cargado de un plumazo toda mi energía.

Esta señora, tampoco sabe que no he visto a mi hijo en todo el fin de semana.

Tampoco sabe esta señora que mi equipo hoy ha venido antes de su hora a trabajar para tenerlo todo listo e intentar que su visita a nuestro restaurante resulte una experiencia extraordinaria.

Esta señora no sabe los adjetivos que tengo en la cabeza y en la punta de la lengua para definirla.

Y lo peor de todo es que esta señora no tiene decencia, ni idea de lo que es la empatía ni el respeto hacia el trabajo y la vida de los demás.

Y en plena campaña 2015 no tengo más remedio que volver a tratar este tema que nos trae de cabeza a todos los hosteleros.

Hemos mejorado un poco, porque ahora a los grupos grandes les cobramos una señal económica que de alguna manera les compromete, pero seguimos con el goteo de mesas más pequeñas que no se presentan. Y nada ha cambiado con respecto a clientes que reservan para siete y al final vienen cuatro, y lo ven como algo normal.

Solo este fin de semana pasado en mis establecimientos hemos tenido una mesa de 9, una de 7, una de 4, y dos mesas de dos que no se han presentado.

¿Y qué se puede hacer?, pues ni idea. Me rindo.

Pilar Velarde Empresaria 2.0

Tenía 19 años cuando monté mi primer negocio. Han pasado muchas cosas desde entonces, muchas y muy intensas, y no ha sido fácil en absoluto, pero ha merecido la pena.

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