Me gustan los sobaos pasiegos aunque se me ponga cara de ratón engullendo cada vez que me hago con uno y es que tienen...

Me gustan los sobaos pasiegos aunque se me ponga cara de ratón engullendo cada vez que me hago con uno y es que tienen ese algo adictivo que, por muy grandes que los veas en sus formatos artesanales, te obligan a ir comiendo de trocito en trocito hasta que los malditos ya se han hecho amigos íntimos de tu celulitis.

Sí, no vamos a engañarnos, por mucho que los sobaos de la tierruca sean caseros y sólo lleven huevos, harina, azúcar y mantequilla, llevan un porrón de ésta última, lo cual no resulta en un bollo especialmente ligero. Pero., ¿quién dijo nunca que el disfrute fuera gratuito?

Creo que en mi memoria no hay recuerdo de más placer con un sobao -o también existía en versión madalena- que ver a mi primo Paco metiéndolo hasta el fondo en el vaso de leche y devorándolo después mientras que el lácteo llegaba hasta su codo y, por supuesto, no dejaba una esquina limpia de la mesa, ¡cómo tenía que estar disfrutando el condenado!

Lo gracioso es que si bien mato por un buen sobao, de los de casa -que aunque suene a publicidad voy a decirlo, nos encantan los de El Macho-, no hay nadie que me haga tragar las piezas secas industriales con sabor a vainillina y otros aditivos que de pequeña veía cómo mis amigos llevaban al colegio para la hora de la merienda. No es sólo ya la delicia del bollito sino la historia que se narra entre Villacarriedo y Selaya, las dos cunas de la tradición pasiega, que a orillas del Pas alimentan a unas vacas cuya leche es famosa por dar una de las mejores mantequillas del país. Se cuenta que en su origen se hacían a partir de pan viejo, mantequilla y azúcar y que no fue hasta finales del XVII cuando cambió la fórmula: 250gr de harina, 250gr de mantequilla de la buena a temperatura ambiente, 3 huevos grandes camperos, 250gr de azúcar, 15gr de impulsor y una pizca de sal. Para hacerlos en casa sólo tendrán que batir el azúcar con la mantequilla, añadir los huevos y, por último, la harina con la levadura y la sal, verter la mezcla en moldes rectangulares y hornearlas 30 minutos a 180ºC aproximadamente. Ahora busquen un buen vaso de leche y, como Paco, abandónense al placer.

Clara PVillalón Miss Migas

Me llamo Clara, y lo soy. Soy creativa, testaruda, divertida y un poco locatis. No cierro discotecas y me gusta comer con las manos; si tengo que elegir me quedo con una cocina tradicional pero renovada, sin demasiadas esferificaciones ni metales preciosos.

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