Tras una agradable cena con un amigo, ayer charlando me comentaba cómo él decidía si un restaurante le gustaba o no. -Es sencillo, distingo...

Tras una agradable cena con un amigo, ayer charlando me comentaba cómo él decidía si un restaurante le gustaba o no.

-Es sencillo, distingo simplemente entre lo que ‘me aporta’ y lo que ‘no me aporta’, -decía-. Le pongo una nota, al lugar o a cada plato, y el ratio entre la nota y su precio nunca puede ser menor que uno si significa que me gusta, -continuaba.

Mientras tanto yo comenzaba a desarrollar la idea en la cabeza, que no es siempre fácil entender cómo piensan los demás, y no paraba de imaginarme el típico bocata de carretera relleno de lomo embuchado o de salami del rosa fosforito asegurándome a mí misma que ni aunque me lo regalaran ese entrepan podría ‘aportarme’ algo.

Vivimos en un momento y en unas circunstancias, gracias claramente a la expansión descomunal de internet y de las redes sociales, en las que todo el mundo se siente con derecho a opinar. ¡Y lo tienen! Que para eso existe algo llamado libertad de expresión por la que nuestra historia luchó siglos enteros, pero de ahí a ser ‘crítico culinario’ hay un paso.

A mí, una ensaladilla rusa de 4 euros regular no me aporta lo mismo que una excepcional de 8 euros por mucho que la primera costase exactamente la mitad, pero tampoco puedo decir que una hamburguesa fantástica me aporta lo mismo que un glorioso plato de alta cocina: la hamburguesa me aportará dentro de su ‘círculo hamburgueseril’, mientras que el plato gourmet competirá en otro tipo de liga.

Señores, yo no soy quién para hacer crítica culinaria, ni me dedico a ello, pero lo que he sacado en claro de las reflexiones de estos días son dos cosas:

1. Un crítico trabaja para un medio que le paga y que cubre las facturas de los sitios que visita, porque esto hace que el profesional no esté condicionado

y 2. Una invitación es un gesto personal hacia un amigo, colega o alguien por quien se tenga deferencia y no una práctica hacia el comensal que Wvaya a escribir en su blog».

A partir de ahí, sin juzgar el ticket, podremos decir si ‘aporta’ o ‘no aporta’, porque si damos el pase a algo simplemente porque es barato es signo irrefutable de que como plato, restaurante o calidad era bastante regulero.

Clara PVillalón Miss Migas

Me llamo Clara, y lo soy. Soy creativa, testaruda, divertida y un poco locatis. No cierro discotecas y me gusta comer con las manos; si tengo que elegir me quedo con una cocina tradicional pero renovada, sin demasiadas esferificaciones ni metales preciosos.

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