Creo que tengo un exceso de glutamato monosódico en las venas. Para quien no sepa de qué estoy hablando, el conocido como Ajinomoto (por...

Creo que tengo un exceso de glutamato monosódico en las venas. Para quien no sepa de qué estoy hablando, el conocido como Ajinomoto (por la marca más famosa que lo distribuye) no es más que un potenciador de sabor que equilibra, combina y resalta el carácter de otros gustos haciendo que el umami –ese quinto en la lista (además del dulce, amargo, salado y ácido)– se apodere de nuestras comidas. Hay muchas discusiones abiertas sobre el consumo de este aminoácido, pero sea como fuere en oriente su uso está más que extendido y en los supermercados se encuentran muchísimas más bolsas de él que de nuestra común y casi siempre obligatoria sal.

Pues bien, tras 17 días ya de un abrumador y fantástico choque cultural con el pueblo vietnamita, tras descubrir la belleza de los arrozales de Sapa, que me llevaron a añorar las montañas que abrazan al Pas, navegar por bahías que había visto en películas de piratas como la de Halong, quedarme prendada del caos y la vida en la calle de una capital como Hanoi o enamorarme perdidamente de la nocturnidad de Hoi An, su cuidadísimo centro histórico y sus lámparas de colores, puedo confesar que mi llegada a la antigua Saigón –ahora conocida como Ho Chi Minh– ha sido un bálsamo para mi paladar occidental.

Al fin y al cabo, somos animales de costumbres, nuestros cuerpos se forman a partir de nuestro entorno y en la comida, como en todo lo demás, los sabores de casa se hacen necesarios de cuando en cuando. Si he de confesar, volví al Mediterráneo con una pizza con burrata, bastante sobresaliente además, y la carne, como a nosotros nos sabe, la encontré por la noche en una jugosa hamburguesa cuya picada se importaba desde Australia. Yo, que presumo de entrar en cualquier tugurio chinorri de mala muerte para intentar acercarme a su gastronomía, que me apasiona oriente, que tengo mil botes de sus salsas en mi nevera, ¿regreso con las orejas gachas a los pucheros de la abuela?

Para nada, pero me ha servido para comprender por dónde va nuestro camino y que, por mucha fusión que se destile ahora, nunca hay que perder el sentido de dónde venimos, ni de lo que somos.

Desde Saigón (Vietnam)

Clara PVillalón Miss Migas

Me llamo Clara, y lo soy. Soy creativa, testaruda, divertida y un poco locatis. No cierro discotecas y me gusta comer con las manos; si tengo que elegir me quedo con una cocina tradicional pero renovada, sin demasiadas esferificaciones ni metales preciosos.

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