Mi primo Javi

Mi primo Javi es un tipo ‘cojonudo’. Una máquina con los números, buen pilar en su época universitaria en el equipo de rugby de Magisterio, tremendamente divertido y amante del buen comer y beber. Hoy, funcionario con ciertas aspiraciones políticas, continúa siendo un líder de su pandilla y en la Peña El Bocarte que preside Gerardo Cachón. Javi es, sobre todo, una gran persona que ejerce de mayor dentro del grupo. Alto, de ojos azules y varios kilos de más desde hace años, es feliz comiendo. No lo oculta, disfruta de la buena cocina, y poco le importan sus grasas. Sin ellas, no sería mi primo Javi, sería otra cosa que, quizás, no me gustase tanto. Tendría un porte menos atractivo. Creo que el haber nacido en el Río de la Pila, junto al Riojano, le dejó una herencia difícil de olvidar. Nos vemos poco por eso de que él cambió la ciudad por una villa costera y una rubia estupenda que le conquistó hace ya varias décadas. De vez en cuando ‘guasapeamos’ o nos llamamos por el móvil para saber el uno del otro. También nos vemos en enero en esa comida de la peña que, por necesidades del guión, pasó de bacanal nocturna con procesión de la ‘virgen negra de Cañadío’ a un almuerzo fraternal con el único exceso de unos chupitos tras los postres. Es que los años no perdonan.

Javi me escribió el otro día para decirme que «cuándo hables del bar de Celia, recuerda quién te llevó allí y te enseñó el recorrido por Santoña». Cierto es que él fue quien me descubrió los secretos de la villa de Juan de la Cosa. También me decía que, «¿ya no te acuerdas de las aceitunas y las anchoas del Mur; de las navajas del Abascal y demás cosas, y de los vinos y quesos de Piruco?». Para olvidarse de aquellas enormes manos que cogían a la vez docenas de vasos.

Mi primo es un tipo ‘cojonudo’ que, por cierto, hace tiempo que no me invita a tomar unos chatos. ¡Javi, llama coño!