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Este sábado, en la columna gastromonguer, hablamos de los otros sin poder decir nada. El sábado pasado, los promotores del blog El Perolo me... El Perolo

Este sábado, en la columna gastromonguer, hablamos de los otros sin poder decir nada.

El sábado pasado, los promotores del blog El Perolo me invitaron a uno de sus conciliábulos nocturnos bajo promesa de no desvelar su identidad. El Perolo se dedica a opinar en crudo sobre los restaurantes de Cantabria, entendiendo tal sector en su máxima amplitud. El blog lo alimentan varios seres humanos algo bizarros que colectivizan sus críticas y que las sirven anónimas. Así pueden hablar libres de cuanto les gusta, y también de lo que no. Yo les admiro. Por eso –y por si me topaba con mujeres alrededor de la mesa–, me acicalé con esmero, me perfumé todos mis vericuetos con pelo, y me puse una camiseta guay. También releí un par de tuits de Ferrán Adrià para tener algo de qué hablar. Obviamente, no puedo darles muchos detalles de cuanto sucedió en esa cena primordial, aunque sí algunos apuntes superficiales. Me recibieron en un salón a oscuras, sin identificarse, me obligaron a desnudarme bajo dos antorchas, me hicieron jurar mi silencio sujetando un compás, y me pusieron un delantal breve que apenas me cubría los vericuetos. Entonces cenamos: yo vestido de esa guisa, y ellos con las cabezas cubiertas por unos inquietantes verdugos negros. Al segundo plato ya llevaban los pasamontañas hechos unos zorros, llenos de migas, de paluegos y de salpicaduras del vino, que abrevaban como si el mundo fuera a explotar. Un par de veces les pregunté por su concepción de la gastronomía con intención de abrir un debate intelectual, y en ambas alguien eructó. Al acabar de cenar, me pidieron que me desnudara otra vez, lo cual ya me pareció excesivo. Se rieron y se quitaron los verdugos. Y entonces me reí yo.

David Remartinez Redactor

(Zaragoza, 1971). Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Pontificia de Salamanca. Ha trabajado en radio, televisión y prensa, y se incorporó a la plantilla de El Diario Montañés en 2011. Actualmente trabaja en la edición digital y escribe el blog Remartini Seco.

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