Platillo de aceitunas Platillo de aceitunas
La última columna sabática se la dedicamos a unas bolicas pequeñas, sabrosas y adictivas. ¿Por qué en los bares nunca ponen aceitunas negras? Si... Platillo de aceitunas

La última columna sabática se la dedicamos a unas bolicas pequeñas, sabrosas y adictivas.

¿Por qué en los bares nunca ponen aceitunas negras? Si Forrest Gump hubiera nacido español, en lugar de soltar sus memeces con ese mohín abrumado habría hablado a voces de pastor, y sin doble sentido alguno; solo memeces a secas. En consecuencia, hubiera sido un tipo muchísimo más divertido, y probablemente también se hubiera reído él. Además, un Gump español hubiera comparado la vida con un platillo de aceitunas en lugar de con una caja de bombones. La analogía acierta mejor, pues nuestros días se suceden iguales hasta asfixiar. Nuestro gran fracaso como Humanidad reside precisamente en nuestra incompetencia para combatir el tedio, nuestro verdadero infierno, como bien decía Baudelaire, ese gran jardinero, del que fui muy amigo, por cierto. Hay gente que se traga sus días idénticos con ansia, buscando o huyendo, y otros pocos que se detienen a degustarlos: tal cual sucede con las aceitunas del bar. Y lo mismo las personas. Yo, en mis viajes más allá de Orión, he conocido a mujeres verdes y refulgentes manque insípidas; a tiparracos avinagrados de corazones embolsados cual olivas Jolca; y –por fortuna– a muchas personas rellenas de anchoa, o sumergidas en vermú, o escachadas por la mala suerte pero con una victoriosa alegría de gazpacho. Tengo incluso media docena de hermanos como las aceitunas de Aragón: brillantes y negros, dulces y picantes, siempre salados, insuperables. Por eso, cada vez que por urgencia me compro una lata de fofas olivas negras, me cabreo. Y cada vez que me las ponen verdes en el bar, les echo de menos.

David Remartinez Redactor

(Zaragoza, 1971). Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Pontificia de Salamanca. Ha trabajado en radio, televisión y prensa, y se incorporó a la plantilla de El Diario Montañés en 2011. Actualmente trabaja en la edición digital y escribe el blog Remartini Seco.

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