A la hora de clasificar una obra literaria, escrita en prosa y de una extensión de aproximadamente cuarenta páginas ‘no contamos las ilustraciones’ ,’cómo...

A la hora de clasificar una obra literaria, escrita en prosa y de una extensión de aproximadamente cuarenta páginas ‘no contamos las ilustraciones’ ,’cómo la llamamos’, ‘relato’, ‘novela corta’; yo, al menos en este caso, me atrevería a denominarla ‘pellizco literario’ o ‘chute de letras’ y declaro ante todos vosotros que La Cata es poseedora de unos valores literarios que convierten este escrito en algo bello y emocionante. Además, está acompañada por unas divertidas y abundantes ilustraciones de Iban Barrenetxea, que en ocasiones nos adentran el mágico y maravilloso mundo del cómic.

Su autor, el escritor galés Roald Dahl, a quien se deben importantes obras en la literatura juvenil como ‘Charlie y la fábrica de chocolate’, nos demuestra su dominio sobre el arte literario, además de sus amplios conocimientos sobre el mundo del vino y de la cata en un pequeño relato cargado de ironía y de un fino humor inglés. Una ágil y bella prosa, trufada con una larga retahíla de citas y recuerdos gastronómicos, hacen que la lectura de este texto se convierta en un corto pero intenso placer y hará valer el refrán de que «lo bueno, si breve, dos veces bueno». Aunque, si he de confesaros la verdad, queridos gastrolectores, a mi me ha sabido a poco. El menú, corto y ancho, un plato de chanquetes fritos en mantequilla ‘seguro que el autor no conoció el aceite de oliva’ y el perpetuo rosbif, rey de los festines gastronómicos anglosajones; acompañados el primero de ellos por un vinos blanco del Mosela y el segundo por un tinto de Burdeos, que se erige en principal protagonista de la historia. Pero no os cuento más, leedla y pasaréis un buen rato.

Ángel Luis Gómez Calle Crítico literario

Profesor de la Escuela de Hostelería del IES Fuente Fresnedo de Laredo.

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