Uno de los grandes problemas que hoy nos asedian es el estrés. Seis de cada diez personas que acuden a una consulta médica generalista...

Uno de los grandes problemas que hoy nos asedian es el estrés. Seis de cada diez personas que acuden a una consulta médica generalista lo hacen por enfermedades relacionadas directa o indirectamente con el estrés. La diabetes, la hipertensión, la gota, algunos tipos de cáncer, el envejecimiento prematuro, las infecciones frecuentes, las alergias, las alteraciones nerviosas, la demencia senil, las trastornos hepáticos y digestivos, y los problemas cardiovasculares son algunas de las afecciones que se ha demostrado, sin ninguna duda, que pueden desencadenarse por sufrir situaciones reiteradas de estrés.

A lo largo de cualquier día de nuestra vida estamos sometidos a pequeñas situaciones que percibimos como una amenaza y frente a las cuales desarrollamos una serie de mecanismos de defensa: esto es el estrés. Puede que nuestro jefe nos abronque en la oficina, que el banco nos niegue una hipoteca, las malas notas de nuestro hijo, un atasco de tráfico, la enfermedad grave de un familiar, la joven que cada noche tiene que recorrer varias calles oscuras para llegar a su casa, etc. En cada caso nuestro organismo percibe el suceso como un peligro y reacciona mediante ese mecanismo de defensa general que denominamos estrés: se acelera el corazón, se respira más deprisa, de los depósitos se liberan grasas y glucosa que aumentan en sangre, todo nuestro organismo está en máximo estado de alerta inundado de potentes hormonas como el cortisol y la adrenalina.

Todas estas acciones tienen como misión prepararnos para defendernos de lo que nuestro organismo percibe como una amenaza. Y en la naturaleza, la defensa siempre se realiza mediante movimiento muscular para luchar o para huir. Pero nosotros ni luchamos ni huimos en la mayor parte de los casos y toda esa energía, toda la grasa y la glucosa que aumentó en sangre para proporcionar combustibles al músculo se queda, un día y otro, dando vueltas por el organismo, pegándose a las arterias o alterando el funcionamiento normal de nuestras células. Y si las situaciones de estrés son reiteradas y se mantienen durante un largo periodo de tiempo acaban ocasionando daño a nuestra salud.

¿Qué podemos hacer para aliviar a nuestro organismo de esta sobrecarga diaria? En primer lugar no añadir más ?leña al fuego? con una mala alimentación. Si el estrés provoca que en nuestro organismo circule mucha grasa y un exceso de glucosa no agravemos esta mala situación metabólica metiendo más azúcar y más grasas en el cuerpo con una alimentación incorrecta. Una comida de verduras y frutas y sin alcohol nos ayudará a aminorar los efectos del estrés. Además hay que hacer ejercicio físico. Hay que darle salida a toda esa energía que se ha puesto en marcha con el estrés. Si no hemos luchado o huido cuando hemos sufrido el estrés, podemos saldar esa deuda de contracción muscular realizando algo de ejercicio al terminar nuestra jornada laboral.

No lo duden. Siempre que sufran una situación de estrés limpien su organismo con una comida de verduras y algo de ejercicio físico.

José Enrique Campillo Médico

Catedrático de fisiología y experto en nutrición y alimentación.

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