Lo bonito de la estacionalidad es como, año tras año, volvemos a encontrarnos con tradiciones que, nos gusten más o menos, nos hacen sentir...

Lo bonito de la estacionalidad es como, año tras año, volvemos a encontrarnos con tradiciones que, nos gusten más o menos, nos hacen sentir que tenemos unas raíces. Durante estas fechas, por ejemplo, las pastelerías se llenan de esos insustanciales y grasientos huevos de chocolate, decorados a las mil maravillas pero escasos de sabor y calidad culinaria en su mayoría; son esculturas perfectas, ideales para poner en el rincón de casa y admirar sin, ni se les ocurra, llevárselas a la boca.

En cambio, existen otras costumbres que bien llenan el paladar de buenos sabores y es que no debemos olvidarnos de la exquisitez de un buen potaje de vigilia ?que bien me recuerda a nuestro cocido montañés? hecho a partir de garbanzo pedrosillano, espinacas, bacalao y, solamente en ciertas ocasiones, unos trozos de huevo duro. ¡Qué poder el de los guisos de cuchara (bien ejecutados) para hacernos sentir como en casa!

El bacalao es, sin ninguna duda, el protagonista marino en las mesas de estas fechas así que espero que hayan disfrutado de algún buñuelo ?fantásticos los que preparan tanto en la Casona del Judío como en Cañadío? o de una buena croqueta (aquí podemos reseñar las de Solórzano).

Pero si lo que les gusta es el dulce, aléjense de los mencionados figurines de chocolate y apriétense unas buenas torrijas, de vino o de leche pero hechas como las de toda la vida. Acostumbramos en mi casa a prepararlas bien embebidas en leche, con pan del día anterior y, tras pasarlas por abundante huevo batido bien aireado, las freímos en una aceite de oliva suave de lo más fresco. Espolvoreadas con azúcar y canela no podemos resistirnos a bañarlas por completo, hasta que estén bien empapadas, en un almíbar nacido de la mezcla de azúcar, miel y agua. Bien vale pecar con una de estas para festejar la Pasión, Muerte y Resurrección del hombre más influyente de la historia.

Clara PVillalón Miss Migas

Me llamo Clara, y lo soy. Soy creativa, testaruda, divertida y un poco locatis. No cierro discotecas y me gusta comer con las manos; si tengo que elegir me quedo con una cocina tradicional pero renovada, sin demasiadas esferificaciones ni metales preciosos.

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