

La santa trinidad
Remartini Seco 07/03/2015 David Remartinez 0

La columna gastrodóntica de esta semana va sobre cacharros.
Mi compañero Diego les cuenta en estas páginas qué artefactos necesitan para cocinar en casa con tiento y comodidad. Me voy a permitir darles un par de consejos al respecto, meditados desde que puse al fuego mi primera olla a presión hace 20 años, con un potaje de lentejas adentro, y al empezar a girar y chillar el pitorro como un derviche loco me asusté y… lo quité. Dios bendito. Fue difícil explicarle al casero que no tenía «la más mínima idea» sobre el origen de aquella mancha, grande como Australia, que el subsiguiente géiser de caldo lentejil había emplastado en el techo. («No sé… ¿Bélmez, quizá?»). Mi primer consejo, pues, es que no compren una olla a presión. Son innecesarias, histéricas e incontrolables. A partir de ahí, preparen pasta. Un chef doméstico necesita tres elementos primordiales: ollas, sartenes y cuchillos; y las tres colecciones han de ser de la máxima calidad. Todo lo demás es accesorio, y a menudo acaba en ese «cajón del miedo» que describe con hilaridad Julian Barnes en ‘El perfeccionista en la cocina’ (un libro que también han de adquirir ya). No existen mejores ollas que las de acero colado de Le Creuset: hermosas e indestructibles, fabulosas en el horno, y capaces de levantarle el orgullo a cualquier sopicaldo cutre con su incomparable cocción a fuego lento. Son como una novia buena de las que te hacen bueno. Su precio asusta, sí, pero a la larga sale barato porque nunca las tendrás que reponer. Ojalá se pudiera elegir con esa certeza la pareja, ¿eh? Con las sartenes y los cuchillos no promociono ninguna marca concreta, pero me remito a la misma filosofía elitista: huyan de Ikea, vayan a la ferretería, y enamórense.
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