La proyección internacional de la guía roja La proyección internacional de la guía roja
Muchos de ustedes, además de haberse alegrado por el gran éxito de unos paisanos que ejercen entre los fogones al haber sido reconocidos por... La proyección internacional de la guía roja

Muchos de ustedes, además de haberse alegrado por el gran éxito de unos paisanos que ejercen entre los fogones al haber sido reconocidos por la Guía Michelin, considerada la gran ‘Biblia’ de la gastronomía por que es la publicación más respetada por los propios cocineros, se habrán preguntado por la importancia de estos galardones. También más de uno nos ha preguntado sobre qué puede representar esto para Cantabria desde un punto de vista económico y turístico. Y finalmente, algunos se han cuestionado si este tipo de restaurantes pueden estar realmente a su alcance.

Vayamos con las respuestas una por una. En primer lugar, la Guía es una publicación centenaria, sólida, acreditada, independiente, realizada por una empresa privada que fija sus criterios y que tiene en nómina a una serie de inspectores que visitan periódicamente a los restaurantes para analizar su evolución. Esta credibilidad ha convertido a la guía roja en un instrumento de consulta básico para el viajero que desea tanto un buen alojamiento como un sitio donde almorzar o cenar.

En la guía se referencian más de un millar de restaurantes, pero los distinguidos con estrellas representan la élite de la alta cocina, creativa, talentosa, avanzada, técnica, sabrosa y basada en la calidad de las materias primas. Si una estrella o macaron es ya de por sí un importante sello de calidad, entrar en el selecto club de los dos estrellas –y no digamos ya de los exclusivos tres estrellas, de los que solo hay 9 restaurantes en España– significa algo muy especial.

Tras la presentación del miércoles, Cenador de Amós y Annua son dos de los 23 restaurantes con dos estrellas que hay en España: dos en Andalucía, uno en Asturias, uno en Baleares, uno en Canarias, cinco en Cataluña, uno en Extremadura, seis en la Comunidad de Madrid, uno en el País Vasco, uno en La Rioja, dos en la Comunidad Valenciana y ninguno en Aragón, Castilla León, Castilla La Mancha, Galicia.

Con este panorama, y entramos de lleno en la segunda pregunta que nos hacíamos más arriba, está demostrado que este tipo de restaurantes son un polo de atracción para un cliente que practica el emergente e imparable turismo gastronómico. Ya se cifra en cerca de diez millones de turistas los que llegan a España cada año con fines culinarios. Quizá más en otros países, un cliente con un alto poder adquisitivo y con interés por descubrir templos gastronómicos se mueve con la guía en su maleta y con los destinos muy programados.

Indudablemente, a partir del 15 de marzo, cuando ambos restaurantes abran su nueva temporada, Cantabria estará más que nunca en el foco de muchos aficionados a la buena mesa. Gourmets de todo el mundo se sentarán a la mesa de Annua y del Cenador, pero también se alojarán, visitarán otros restaurantes, repostarán y harán sus compras en comercios de la región. Es imposible de medir económicamente el impacto, pero de lo que no cabe duda es que será muy positivo. El tiempo lo demostrará.

Finalmente, estos restaurantes, que son como la Fórmula 1 a los turismos de calle, no son castillos inexpugnables para el ciudadano de a pie. Sus precios, lógicamente están por encima de la media, pero una experiencia aquí –muy recomendable– puede ser ese pequeño capricho que todos nos damos después de haber llenado la hucha.

José Luis Pérez Redactor Jefe

Historiador y arqueólogo, trabajo desde los años noventa en El Diario Montañés donde he sido coordinador editorial de publicaciones y actualmente soy redactor jefe. Escribo de gastronomía desde hace algo más de una década y coordino el suplemento Cantabria en la Mesa.

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