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Al de ya de por sí mal sueño de pensar qué poner para comer cada día, los-las cocinillas y amos-as de casa tenemos que... Pesadillas

Al de ya de por sí mal sueño de pensar qué poner para comer cada día, los-las cocinillas y amos-as de casa tenemos que sumar otras pesadillas más que habituales en la cocina. Las peores, por cierto, y contra las que debemos combatir denodadamente, y sin bayoneta, con el valor ese de los ‘novios de la muerte’. Una, la más frecuente, es la de intentar separar, mientras hierven en la cazuela, esos macarrones que se pegan de dos en dos o de tres en tres. Qué rabia. La batalla es tremenda y casi siempre ganan esos tubos de pasta que dicen trajo Alejandro Magno de Asia. Ni él podría finalizar con éxito tan ingrata guerra. Y la cosa es que, al final, al servirlos con el tomate y el queso rallado, el comensal de turno ni se preocupa por esas ingratas anexiones.

Otra de esas zozobras entre fogones aparece cuando se abre el paquete de arroz y se cae una docena de granos en la encimera. La inmediata es intentar recogerlos todos para volverlos a su bolsa de destino, pero claro, siempre han aterrizado sobre un minúsculo charco de agua o del caldo para la paella que se nos olvido limpiar. Pues nada, ‘pa dentro’, a la cazuela. Sin miramientos. Yo, audaz legionario, persigo a los desertores granos incluso cuando están entre el fuego y el puchero, así que es fácil que tenga que recurrir después a la milagrosa crema de la curandera de Beranga.

Otra… Al echar la mezcla para cuajar la tortilla en la sartén, con el aceite hirviendo, parte del huevo se va a la cocina, pringándolo todo. Pues nada, como no tenemos paciencia, cogemos la bayeta húmeda y tratamos de limpiar el líquido amarillo, generalmente sin éxito, a veces con el quemador en llamas. Necios y brutos que somos.

La última. Hemos hecho una bechamel para las croquetas. Sobre la bandeja descansa una humeante cama a la que en hemos echado jamón, carne de cocido… En la cazuela, para limpiar, está la cuchara de madera y las sobras de la salsa abrazadas a sus paredes. Pues nada…, a meter el dedo y llevarnos a la boca ese majar que nos achicharra la lengua y nos abrasa el pulgar.

Diego Ruiz Redactor

Santander 1960. Universidad de Cantabria. Sección de Deportes, Cantabria en la Mesa y, a veces, algo de toros.

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