Vitamina D, insisto Vitamina D, insisto
Los que suelen frecuentar estas líneas cada semana se darán cuenta de mi gran interés por la vitamina D. Es un interés bien fundado científicamente ya que, por una parte, son... Vitamina D, insisto

Los que suelen frecuentar estas líneas cada semana se darán cuenta de mi gran interés por la vitamina D. Es un interés bien fundado científicamente ya que, por una parte, son reconocidos sus efectos beneficiosos para nuestra salud y, por otra, su deficiencia es muy frecuente en españoles de todas las edades. Por ambas razones no está de más reiterar la importancia de
mantener unas reservas adecuadas de esta vitamina (y hormona) para mantener nuestra salud y prevenir numerosos problemas entre los que destacan la osteoporosis (falta de calcio de los huesos) y algunos tipos de cáncer. Ya sabemos que no se puede absorber el calcio en el intestino ni acumularlo en los huesos si no se tienen en sangre unos niveles adecuados de vitamina D.

Pero, además, hoy sabemos que la hormona D (cuyo precursor es la vitamina D) es capaz de influenciar favorablemente nuestros genes de tal forma que inhibe la expresión de aquellos que pueden promover el desarrollo de algunos tipos de cáncer, como el de colon.

Por todo ello resulta evidente la necesidad de proporcionar al organismo una provisión adecuada de vitamina D. Pero estudios realizados por nosotros en la población extremeña, desde la adolescencia a la ancianidad, han corroborado lo encontrado por otros: los niveles de vitamina D son menores de lo recomendado en la población española. Las razones de esta deficiencia son fáciles de comprender y de enmendar. La vitamina D procede de dos fuentes: el sol y la alimentación.

El problema con el sol, tan abundante en nuestro país, surge de la intensa campaña de prevención contra ese cáncer terrible que es el melanoma. Hoy mucha gente sale a la calle embadurnada de cremas de la más alta protección solar. Los mismos rayos ultravioleta de los que protegen esas cremas son los que sintetizan la vitamina D al golpear ciertas moléculas precursoras que circulan por la sangre. Por ello numerosas personas, sobre todo de edad avanzada, no reciben la suficiente radiación ultravioleta para sintetizar la vitamina D necesaria. La solución es sencilla: tomar algo de sol, durante poco tiempo y en lugares y horas de menor intensidad de radiación.

La otra fuente de vitamina D es la alimentación. Y aquí vuelve a surgir el problema. La vitamina D es una grasa y, por lo tanto, solo es abundante en los alimentos que contienen grasa: Atún, bonito, sardina, salmón, anchoas, hígado, huevos, quesos, leche y yogur. A poco que controlemos las calorías de nuestra alimentación habremos reducido los alimentos grasos y con ellos el aporte de vitamina D. Además, hoy día existe una amplia variedad de alimentos fortificados artificialmente con cantidades extras de vitamina D, son generalmente margarinas y cereales.

Hay un problema al dosificar la vitamina D que necesitamos. La vitamina D es una de las pocas vitaminas en las que el exceso puede ser tan perjudicial como el déficit, ya que se acumula en el organismo. Si decidimos suplemental nuestra dieta con algún preparado farmacéutico hay que seguir rigurosamente los instrucciones de prescripción y calcular la vitamina D que consumimos con los alimentos para evitar la hipervitaminosis.

José Enrique Campillo Médico

Catedrático de fisiología y experto en nutrición y alimentación.

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