No sé si vivimos en la era del efectismo gastronómico o ya estamos en ese punto de inflexión en el que, aburridos de tanto...

No sé si vivimos en la era del efectismo gastronómico o ya estamos en ese punto de inflexión en el que, aburridos de tanto espectáculo, demandamos poco a poco volver a la esencia de lo que en jerga de andar por casa concebimos como ‘cocina’. Porque si ahora mismo les pregunto qué entienden ustedes por cocinar estoy convencida de que por lo menos el 90% se referirán a platos como un estofado, una tortilla de patatas o un lenguado a la meunière y el raro sería el que se decantase por una esfera de morcilla o un melón con jamón que simulase ser unos rabanitos en la tierra.

Aún así, los cocineros de ‘alta alcurnia’ han querido investigar nuevos caminos, explorar nuevas técnicas y presentar conceptos innovadores que nos han llevado a experiencias gastronómicas de lo más inusuales: algunos proponen una ruta por el restaurante y el comensal come el aperitivo en la bodega, pasa al salón a probar un par de platos más, otros en la cocina y termina en el lounge con los postres; otros utilizan cascos de música para que escuchemos el mar mientras que degustamos el bocado; se exploran nuevos ingredientes o se buscan efectos ópticos que nos dejen embelesados.

La cultura del trampantojo se ha ido extendiendo y se ha hecho famosa gracias a sus apariciones en la televisión -no hay temporada de Topchef que valga sin un reto que conlleve elaborar un plato efectista- y hoy en día contamos con verdaderos maestros del disfraz. Ferrero Rocher que en realidad es foie, huevos fritos que son un postre de coco con mango, bacalao que es una cebolla o zanahorias que emulan pimientos del piquillo son sólo algunos ejemplos de esta técnica en la que prima la imagen antes que cualquier otro atributo.

Es todo cuestión de ordenar las prioridades, ¿tengo que hacer que un plato bonito esté rico? ¿O a un plato rico le tendremos que mejorar la estética? Yo tengo claro por cuál de las dos opciones me decanto. Mientras tanto, si ustedes quieren aventurarse en esta empresa, vayan a uno sencillo como una morcilla de arroz que será realmente un rulo de chocolate con trozos de galleta y de arroz inflado: engañarán a más de uno y disfrutarán de lo lindo, eso sí, ¿no lo harían igual si en vez de una ‘morcilla’ comiesen solamente una onza de chocolate?

Clara PVillalón Miss Migas

Me llamo Clara, y lo soy. Soy creativa, testaruda, divertida y un poco locatis. No cierro discotecas y me gusta comer con las manos; si tengo que elegir me quedo con una cocina tradicional pero renovada, sin demasiadas esferificaciones ni metales preciosos.

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