Apenas 48 kilómetros separan Santander de Santoña, la cuna de las mejores reinas del laterío. Los bocartes, boquerones o anchoas son, sin duda alguna,...

Apenas 48 kilómetros separan Santander de Santoña, la cuna de las mejores reinas del laterío. Los bocartes, boquerones o anchoas son, sin duda alguna, uno de los aperitivos más famosos dentro del mundo de las conservas aunque con el reciente auge de la recuperación de los bares tradicionales con contundente oferta de enlatados cada vez se le da más protagonismo a los mejillones, berberechos, navajas y otras delicias.

No hay más que fijarse en Bodega 1900 – el exitoso formato implantado en Barcelona por el hermanísimo de Ferrán, Albert Adriá- para darse cuenta de que lo tradicional ‘mola’ y que las aceitunas se recuperan como tapa estrella, esferificadas claro, o que los escabeches, embutidos y conservas están en boga: «El vermú se toma con anchoas, olivas y berberechos», dictan en la Bodega.

Eran alimentos para los soldados que se curtieron en las dos guerras mundiales y se siguieron considerando como comida de supervivencia hasta los años setenta cuando marcas de todo tipo empezaron a reivindicar la variedad de este formato creando verdaderas delicias dentro del bonito, las alcachofas o las sardinas alcanzando incluso la denominación ‘de lujo’.

Si tuviera que quedarme con una en versión vegetal elegiría sin duda los enormes y suculentos espárragos blancos de Perón mientras que si optase por unos mejillones serían los de Ramón Franco, unas piezas gigantes en su punto justo de cocción y regados con un suave escabeche a partir de aceite de oliva, vinagre, pimentón dulce, laurel y sal.

De anchoas no falla nunca Casa Santoña, impecablemente sobadas, mientras que las agujas las seleccionaría de la marca Angelachu y si quiero un producto un poco diferente optaría por Porto Muiños (algas y otros productos del mar) o por la fascinante propuesta de Catrineta, una conservera gallega independiente que está poniendo mucho énfasis tanto en la calidad del producto como en la imagen de éste.

Igual que en el Tican de pleno Londres o en Can The Can de Lisboa, a Madrid también ha aterrizado el primer restaurante dedicado únicamente a una carta constituida por platos que surgen de las latas: Frinsa. Sí, la conservera ha abierto su propio lugar a escasos metros del mercado de San Miguel, meca del turisteo capitalino, y es que los paquetes de metal han demostrado ser una opción versátil y a la vez deliciosa. Ahora, decidan ustedes si tomar el aperitivo en casa, en la calle o crear un plato de alto nivel a partir de estas elegancias de la despensa.

Clara PVillalón Miss Migas

Me llamo Clara, y lo soy. Soy creativa, testaruda, divertida y un poco locatis. No cierro discotecas y me gusta comer con las manos; si tengo que elegir me quedo con una cocina tradicional pero renovada, sin demasiadas esferificaciones ni metales preciosos.

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