Pocas cosas existen más placenteras y reconfortantes que una sopa de ajo para los días de frío. Además en estas fiestas se convierte en un aliado a la hora de llegar a casa después del cotillón de Nochevieja.
La receta es muy sencilla aunque cada uno le da su toque personal en casa. A mí me encanta con un poco de picante, que normalmente es pimentón ahumado, y muy cremosa, para lo cual lo que hago es triturarla una vez acabada para hacer una crema mas homogénea. Después le añado unos taquitos de jamón o unas láminas crujientes, e incluso, para rizar el rizo, un huevo poché.
Hay mucha gente que no incluye el huevo pero yo lo considero fundamental, ya sea entero o batido en forma de hilo para que según vamos moviendo la sopa vaya cuajando.
Otra faceta muy importante es la elección del pan y la forma de cortarlo. Tiene que se pan duro del día anterior, cortarlo en rebanadas muy finas y es fundamental el dorarlo con los ajos antes de mojarlo.
El líquido puede ser agua pero no veáis cómo gana la sopa cuando la hacemos con un buen caldo de verduras con pollo.
La versatilidad de esta sopa hace que la podamos hasta presentar como aperitivo en un vaso de chupito con unas tiras de ajetes fritos crujientes decorando, o de la manera tradicional, en una cazuelita de barro de las de toda la vida que aguantan calientes hasta que te tomas la última cucharada.
A modo de conclusión: que en cualquier momento y para cualquier ocasión una sopa de ajo nos puede llegar a salvar la vida.
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